jueves, 28 de octubre de 2010

Mi ropa sabe a mí


Mi ropa sabe a mí, nada nos divide, estamos siempre juntas, cerquita, así como vos siempre has querido estarlo.
Por eso, la escena de verte cada pieza entre tus dientes me apasiona como pocas cosas lo hacen.

Estar vestida y lista para que me desnudés completamente es todo un acto, que llevás paso a paso con una precisión absoluta que me renueva mi fantasía erótica.

Lo primero es quitarme los zapatos. Besarme los pies. Yo te ayudo, me ubico bien en la cama. Después me besás la boca, el cuello, la boca y el cuello; tus manos solo tocan la cama.

Me desabotonás la blusa o me la halás hacia arriba o me destrabás el lazo... todo con tu boca, tus manos siguen sin tocarme. Ya he intentado pedirte que me toqués en ese momento, pero no lo hacés. ¡Qué boca la que tenés!

Me ves, me admirás... y yo me dejo. Seguís con la pieza que más destreza requiere: el brassier, me doy la vuelta y espero a que lo desatés, ese reto te encanta. Y con la sonrisa más franca que te puedo, me doy la vuelta y te veo con tu trofeo colgando de la boca. Y las manos siguen sin tocarme.

Después me besás la boca, el cuello, la boca y el cuello, el torso, los pechos, te asomás por la cintura, me besás la espalda; tus manos solo tocan la cama. Y yo me dejo.

No has aprendido todavía a destrabar un jeans con tu boca, todos los demás pantalones o faldas son fáciles, pero no esos. Sos tan preciso que aunque usés tus dedos para destrabar esos botones fuertes, nunca me llegás ni a rozar, es parte de tu juego, que me excita y a esa altura ya me tiene en extasis.

- “Quiero sentir tus manos sobre mi”... –“No, todavía no, dejame disfrutarte con mi boca”, me decís. Y yo me dejo

Una vez te has deshecho de la parte de abajo, solo una pieza te falta, que siempre siempre es muy breve, ya las conocés bien. Pero antes de llegar ahí sabés hacerme esperar, ves y admirás mi humedad, pero te regresás arriba. Me besás la boca, el cuello, el cuello, la boca, el torso, los pechos, la espalda, la cintura toda para vos, las caderas y el huesito ese que me enciende que me besés. Y te vas de largo, seguís con los muslos. Entre lengua y besos me tenés sin aliento. Llegás de nuevo a los pies y me ves, me admirás, casi completamente desnuda. Tus manos siguen tocando solo la cama. Y yo me dejo.

No sé cuánto tiempo te lleva tu ritual, el más erótico que me hacés vivir, pierdo la concentración en el tiempo y solo te imagino dentro de mi. Esa espera eterna la hacés infinita, pero me gusta.

Y llegás a tu pieza maestra. Empezás por un lado, luego el otro, de a poquito vas develando al alma de la fiesta, llevás la breve pieza por los muslos, y de repente advierto que te distraés. Pero seguís más abajo con tus dientes tan blancos y que guardan ese aliento animal tuyo.

De nuevo, tu sonrisa de hombre victorioso, con la última barrera que nos separaba, entre tus dientes. Ahí es cuando reconfirmás que mi ropa sabe a mi; lo hacés, te reís, me mirás, me besás. Y yo me dejo.

Tenés el cálculo perfecto del tiempo. Tenés ya cero obstáculos y a mí, completamente dispuesta a recibirte y morirme de éxtasis con vos. Tenés una boca cruel, pero me gusta.

2 comentarios:

  1. Deliciosa sensación, esa de que no nos toquen, esa de querer que entre ya, esa de querer llegar ya, esa de que no se acabe nunca. Descrito a la perfección, mi colega sexual, gracias!

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  2. Gracias pero continuemos a practicarlo, vea! :)

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