miércoles, 13 de octubre de 2010

Erotismo civil

Esa mano en mi cintura nunca antes tuvo tanto calor, porque era la primera vez que lo lograba. Ya sabés que conmigo lleva tiempo consumar cierta cosas, pero sé que disfrutás mi erotismo. Lo provocás.

Cada vez que nos veamos, vamos a empezar desde el mismo punto: la primera fase del beso. Pero siempre te voy a pedir que llegués a ese otro punto que sí tiene marcha atrás pero que cuesta tanto detener. Probate y probame. Detengámonos ahí justo. Tocame la cintura, yo te toco la espalda; imaginate asiéndome la cintura, yo me imagino rozándote la espalda.

Sos hombre. ¿Me podés entender que lo que me gustaría es repetir ese momento una y otra vez?

Lo que va a cambiar de una vez a otra es la intensidad. Los besos del inicio ya incluyeron tu lengua y la mía, tu asir de mi cintura ya se volvió abarcarla completamente, mi roce de tu espalda ya se volvió tocarla de arriba abajo. Imaginate haciendo eso mismo en una cama.

Para el siguiente momento, iremos avanzando en el termómetro hasta quebrarlo. ¿No te importa verdad? Es solo mercurio. Nada que no se pueda reemplazar.

Para el momento que viene, siempre en un lugar complicado como solo se nos es permitido, las lenguas ya serán un unicornio, ya tus manos no estarán a mis costados, sino atrás, sin espacio entre tu frente y el mío. Y mis manos ya empezarán a jugar con las uñas bajándote por la espalda, por ese canalito que llega hasta el fin, ese mismo que te da escalofríos. Imaginate lo que querás.

Así va a ser esta primera sesión. No va a suceder nada más. Te presento al erotismo. Te voy a enseñar a imaginar. Me podés decir el nombre, si lo hacés cerca del oído y en tono suave quizás sintás con más intensidad mis uñas.

Sos un hombre, yo soy una mujer. Te tengo buenas noticias: podemos convivir juntos de manera cordial... en la cama.

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